Aunque la política y la economía no son temas que me llamen particularmente la atención, en el blog también tendrán su espacio si lo que expongo son cosas que considero que aclaran conceptos que muchas veces nos dicen en los medios de comunicación y lo dan por sabidos.
En esta ocasión se trata de economía. De políticas económicas que suelen aplicarse en países cuyos gobernantes tienen políticas populistas. Ahora se me ocurre países como Venezuela, Argentina, etc…
Ahora en Venezuela, sus habitantes hacen largas colas para conseguir un bien que no solemos considerar un lujo: El papel higiénico.
En Venezuela se vive un momento convulso con manifestaciones de estudiantes hastiados de la inseguridad, que ha escalado a un movimiento nacional, que ahora reclama además por la alta inflación (56%) y la escasez de productos básicos, entre otros problemas.
¿Cómo es que uno de los mayores productores de petróleo del mundo puede quedarse sin un insumo tan básico como el papel higiénico?
No es necesaria una bola de cristal para predecir que esto ocurriría. Ha ocurrido incontables veces en la historia del mundo pero parece que no se aprende la lección. Ya que esta forma de hacer economía entra en el ámbito político más que en el análisis económico de cada país.
Lo ocurrido en Venezuela sigue un patrón que se repite una y otra vez de manera casi idéntica cada vez que se sigue una cierta lógica económica poco prudente. Y, por supuesto, no tiene nada que ver con los supuestos complots de empresarios ni intentos golpistas organizados por potencias extranjeras. Es, simplemente, un problema de economía básica. Para entender bien el problema, veamos un ejemplo.
Supongamos que tú eres una persona con el buen corazón, preocupado por tus semejantes y llegas a la presidencia de un país con pobreza y desigualdad. Naturalmente, quieres ayudar al pobre y para eso existen dos caminos.
Puedes seguir el camino largo intentando hacer crecer la economía, mejorar la educación y la capacitación laboral, fomentar el empleo y el emprendimiento, hasta alcanzar niveles de pleno empleo y, con ello, que suban los sueldos. Acompañar eso, además, con políticas sociales que aseguren igualdad para todos y que garanticen los derechos básicos de todos los ciudadanos.
Sabes que si se limita a hacer crecer la economía, la riqueza se quedará en los bolsillos de los grandes empresarios. Ya lo has visto pasar suficiente. Además, el proceso es demasiado lento, y no piensas esperar una década o dos para ver algo de justicia social.
Paso 1: El camino fácil
Estás seguro que hay otro camino, uno más rápido, más directo. En tu caso, tu país tiene la cartera llena y no hay tiempo que perder, así que te lanzas a repartir subsidios y beneficios sociales gratuitos a manos llenas, para llevar esa riqueza rápidamente a la gente. Repartes más de lo que recaudas.
Para hacer sostenible el mayor gasto, subes fuertemente los impuestos a empresas y grandes fortunas. Puede que incluso, para hacer caja rápido, ordenas imprimir más dinero.
Paso 2: Dinero fácil = Inflación
En un primer momento todo va bien, la gente te adora y tu situación parece ir mejorando… Pero un problema empieza apaarecer: los precios están subiendo casi a la par que las ayudas que das, anulando el esfuerzo.
¿Qué está pasando? Que el exceso de dinero circulante genera inflación.
Si hay más dinero circulando, este dinero «es menos valioso»
Para que lo entiendas, imagína que los diamantes empezaran a crecer en los árboles ¿Seguiríamos considerándolos tan valiosos? Lo que da valor a los diamantes es su escasez y el costo de extraerlos. Así, lo que le da valor al dinero, es que haya que trabajar para ganarlo. Cuando a todos les empieza a llegar gratis, pierde su valor. Por lo tanto, como el dinero «vale menos», los precios de los productos y servicios suben.
El segundo factor que influye en el problema, es que esos impuestos que aplicaste a las empresas, son traspasados (parcial o totalmente) al usuario.
Paso 3: Fijación de precios = Desabastecimiento y desempleo
¡Esos empresarios sin escrúpulos están echando por tierra todo tu esfuerzo con su avaricia!
Al ver esto, te enfadas. Decides tomar cartas en el asunto: Es hora de fijar precios. Eso sí, como eres una persona justa, fijas un precio «justo» para las cosas. Suficiente para que el negocio marche y nadie se haga rico a costa de otros.
El problema es que sigues regalando dinero y el dinero sigue perdiendo valor, así que ese precio «justo» rápidamente pasa a ser insuficiente para las empresas, que no logran cubrir sus costos u obtienen márgenes muy bajos, por lo que el negocio pierde atractivo.
Además, muchos de los productos que vienen del exterior, como no están dentro de tu política de fijación de precios, siguen subiendo, mientras que los que se fabrican con ellos, no se pueden vender más caros. Así, ajustas el precio cada cierto tiempo, pero siempre llega demasiado tarde, así que habrá empresas que pararán las máquinas o dejarán de importar. Obvio, nadie monta una empresa para perder dinero.
Con la paralización de la industria, mucha gente pierde el trabajo, por lo que te ves en la obligación de implementar más programas de empleo y bonos a costa del Estado, para contener la situación.
Paso 4: Racionamiento = Mercado Negro
Ahora tienes otro problema, porque producto de la paralización de las importaciones y producción nacional, empieza el desabastecimiento. Las estanterías de los supermercados empiezan a vaciarse y algunos productos comienzan a escasear. La gente acapara todo lo que puede.
Para intentar frenar el problema, empiezas a racionar la venta de los productos esenciales. Fijas cuotas máximas para cada familia y empresa.
El problema es que hacerlo es bastante engorroso y costoso, te obliga a desviar mucho dinero y personal a la tarea y la cosa se presta para todo tipo de arbitrariedades, amiguismos y actos de corrupción.
Como a alguna gente las cuotas asignadas por el gobierno le son insuficientes y a otros les queda de sobra, comienza a formarse un mercado negro, en que estos productos se venden de manera informal a precios mucho más altos que los que fijaste.
Así, empieza a existir una inflación «oficial», considerando los precios de las tiendas y una inflación «real» que considera los precios del mercado negro. En cualquier caso, la inflación se te empieza a escapar de las manos.
Paso 5: Expropiaciones = Fuga de capitales
Comienzas a sospechar que muchas empresas están vendiendo directo al mercado negro para obtener mejores márgenes. Y aunque no fuese así, no puedes permitir que las empresas sigan deteniendo la producción, así que llegas a la determinación de que el Estado debe hacerse cargo. Comienzan las expropiaciones.
Gran parte del valor bursátil de las empresas se cae, pues el temor de los inversionistas a que sean expropiadas, les hace vender a cualquier precio.
Los empresarios y grandes fortunas del país empiezan a hacer sus maletas y a trasladar sus riquezas fuera del país. Otros, dada la alta inflación, ya se habían refugiado en monedas más seguras para comerciar.
La compra masiva de dólares, para sacar el dinero al extranjero, hace perder aún más valor a la moneda nacional. Esto encarece aún más las importaciones.
Paso 6: Fijación de cambio = Más desabastecimiento y mercado negro
La fuga de capitales es preocupante, si la cosa sigue así, pronto no habrán grandes fortunas que paguen impuestos millonarios, así que decides limitar el intercambio de divisas, por la vía de fijar el cambio y, por qué no, imponer cuotas al uso del dólar.
Esto, nuevamente, tiene un impacto en la industria y el comercio, que ahora debe justificar cada pago que envía al extranjero y ajustarse a las cuotas que has asignado. La mayoría de los productos importados, que ayudaban a contener un poco el problema del desabastecimiento, empiezan también a escasear.
Pronto, emerge un mercado negro de dólares, que una vez más, se cambia a valores muy superiores del cambio oficial.
Paso 7: Déficit fiscal = Endeudamiento
Por otro lado, tus asistentes te informan de algo preocupante: Las empresas expropiadas están funcionando a pérdida y ya no es posible pagarle a los proveedores y empleados. Consciente que, producto de la alta inflación, subir los precios de los productos para impedir las pérdidas empeoraría aún más las cosas, decides que el Estado se hará cargo de las pérdidas de las empresas.
Por otro lado, tus programas sociales están saliéndote por un ojo de la cara. La paralización de las empresas y el desempleo que han generado, han obligado a sumar cada vez más gente a sus beneficios. Por otro lado, las pérdidas de las empresas y la fuga de capitales, hacen que recaudes cada vez menos impuestos.
Además, por la inflación disparada, el dinero cada día vale menos y tus fondos, antes tan abundantes, empiezan a escasear preocupantemente.
No queda otra que endeudarte con acreedores internacionales, a pesar de que el riesgo país está por las nubes y, por lo tanto, las tasas de interés son altísimas. El dinero fresco al principio es bienvenido y te permite salir del paso, pero a falta de modificaciones estructurales a tu nivel de gasto, terminan volviéndose otra carga más en tu pesada mochila de deudas.
Paso 8: Crisis
Esta última parte puede posponerse por muchos años (dependiendo de qué grandes sean los bolsillos del país involucrado) y adoptar las más diversas formas.
Puede, por ejemplo, ocurrir que venga un frenazo económico mundial y estancarse la venta de tu producto estrella (petróleo, cobre, lo que sea) y encontrarse repentinamente con gastos gigantescos y bolsillos vacíos. Sin poder pedir más préstamos internacionales, no te queda otra que empezar a recortar programas sociales y entrar en un programa de austeridad, lo que genera un fuerte malestar en la gente.
Puede también que decidas devaluar la moneda, con lo que dinero y ahorros de las personas pierden gran parte de su valor, lo que crea también malestar. Puede que incluso decidas usar los ahorros y pensiones de tus ciudadanos para pagar tus deudas. Esto genera que la gente corra a sacar su dinero de los bancos, haciéndolos colapsar o que te veas obligado a bloquear el retiro del dinero (un «corralito» bancario).
Otra posibilidad es que, fruto de lo anterior o del desabastecimiento o del desempleo o de la inflación… o de todo esto junto, el pueblo, que tanto te amaba al principio del mandato, ahora salga a la calle a protestar y termine reemplazando a tu gobierno, ya sea democráticamente en las urnas o por la fuerza.
O quizás, si has sido precavido y has mantenido generosamente bien abastecidas a las fuerzas armadas, puedas aferrarte al poder por la fuerza, dando paso a una dictadura de facto, a lo largo de la cual continuarás haciendo ajuste tras ajuste para intentar revertir el inevitable declive de tu economía y progresivo empobrecimiento de tu población.
Sea cual sea el desenlace, es claro que tus buenas intenciones no dieron el resultado esperado y que, lejos de ayudar a quienes querías apoyar, has terminado perjudicándolos.
¿Qué economía a aplicar?
Lamentablemente, no existe una «varita mágica» que cure la pobreza de un solo toque. Es un problema grande, complejo y que es fruto de incontables variables. Por lo mismo, requiere también de soluciones complejas: mejorar la educación (acceso y calidad), mejorar la capacitación laboral, fomentar el emprendimiento, mejorar la competencia de las empresas, promover el empleo, mejorar la recaudación del fisco para entregar programas sociales de manera responsable, etc. Todo ello, en un contexto de estabilidad y seguridad económica y social.
No es «Estado o Mercado», ambos caminos no son necesariamente incompatibles. Por el contrario, parecen necesitarse mutuamente y es el camino que han seguido la mayoría de las economías desarrolladas: potenciar un fuerte y sólido crecimiento económico y un mercado competitivo, pero asegurar una buena distribución de la riqueza con políticas económicas y sociales progresivas.
No importa si son gobiernos de izquierda, de centro o de derecha, la gran mayoría de los países desarrollados ha encontrado un equilibrio entre ambas fuerzas. Algunos se cargan más al estado, otros se inclinan a la provisión de servicios privados. Sea cual sea el camino, ninguno es perfecto, pero es lo mejor que hemos encontrado hasta el momento.
Los atajos temerarios podrán sonar tentadores e incluso, en un primero momento, parecer más efectivos, pero en el largo plazo, terminan perjudicando a quienes más buscaban ayudar.