La zarina Catalina II de Rusia no era conocida por su castidad. Numerosos amantes retozaron en su cama. Cuántos fueron lo revelo al final de la entrada, aquí vemos otra cosa: ¿Cuánta confianza podemos depositar en nuestros conocimientos? Para esto una pequeña tarea: define el intervalo del número de amantes de la zarina de forma que tu estimación sea correcta en un 98% y falsa en un 2%. Ese intervalo podría ser, por ejemplo, de 20 a 70. Eso significaría que calculas que Catalina no tuvo menos de veinte amantes ni más de setenta.
Nassim Taleb ha interrogado del mismo modo a cientos de personas. A veces ha preguntado por la longitud del Missipí, otras veces por el consumo de queroseno de un Airbus, otras por el número de habitantes de Burundi. Además, se puede elegir libremente el intervalo y, como ya he dicho, equivocarte hasta en un 2%. El resultado fue sorprendente. En vez del 2% de los consultados, el 40% se equivocó con su intervalo estimado. Se denomina «exceso de confianza».
El efecto del exceso de confianza prescinde de la diferencia entre lo que la gente sabe realmente y lo que cree saber. Lo realmente soprendente es que los expertos padecen aún más el efecto del exceso de confianza que los no expertos. Un catedrático de economía se equivoca en una estimación quinquenal del precio del petróleo exactamente igual que un profano de la economía. Solo que él lo hace con un terrible exceso de confianza.
El efecto de exceso de confianza también desempeña un papel en relación con otras capacidades: en las encuestas, el 84% de los hombres franceses presumen de ser buenos amantes por encima de la media. Sin el efecto del exceso de confianza, exactamente el 50% debería, lógicamente, estar en lo cierto, pues la «media» significa precisamente que el 50% está por encima y el otro 50% por debajo.
Los empresarios son como los que desean casarse: están convencidos de ser la excepción de las estadísticas. La actividad económica se intensificará si no existiera el efecto del exceso de confianza. Todo dueño de restaurante sueña con abrir el próximo restaurante impresncindible… y la mayoría ccierra a los tres años. El rendimiento del capital propio en el sector de la restauración se encuentra crónicamente bajo cero. Dicho de otro modo: los empresarios de la restauración subvencionan sistemáticamente a sus clientes.
Prácticamente ningún gran proyecto se pone en marcha más rápido y con menos costes de los previstos. Son legendarios los retrasos y los sobrecostes de multitud de construcciones públicas o de la ópera de Sidney. La lista alarga a discreción.
¿Por qué sucede así? Aquí concurren dos efectos. Por una parte, el clásico exceso de confianza. Por otra, una sobrestimación «incentivada» de los costes por parte de gente con un interés directo en el proyecto. Los consultores esperan encargos posteriores, los constructores y proveedores lo mismo, los propietarios de la obra se sienten fortalecidos por las cifras optimistas, y los políticos ganan votos. La diferencia es importante: el exceso de confianza no está incentivado, sino que es ingenuo e innato de forma natural.
Tres detalles:
- A) Lo contrario, un efecto de falta de confianza, no existe.
- B) En los hombres, el efecto del exceso de confianza es más acentuado que en las mujeres; estas se sobrevaloran menos.
- C) No solo los optimistas padecen el efecto del exceso de confianza; también los pesimistas confesos se sobrevaloran, aunque menos.
Conclusión: se escéptico ante todas las predicciones, especialmente si proceden de supuestos expertos. Y parte siempre de la perspectiva más pesimista en todos los planes. Así tendrá una verdadera opción de valorar la situación con bastante realismo.
Exceso de confianza
La solución del número de amantes de Catalina II:
