Para los habitantes de la Hébridas, un archipiélago al norte de Escocia, los piojos en el pelo forman parte de la vida. Si los piojos abandonan a su huésped, este enferma y tiene fiebre. Por eso, para acabar con la fiebre, los enfermos se ponían piojos en el pelo a propósito. Por lo visto, el éxito dio la razón a los de las Hébridas: en cuanto los piojos anidaban, el paciente mejoraba.
Un investigación sobre las intervenciones de los bomberos en una ciudad dio como resultado que el número de bomberos empleados cada vez estaba en correlación: cuantos más bomberos participaban en la intervención, más daños causaba el incendio. El alcalde impuso una suspensión de la contratación de nuevo personal y redujo el presupuesto.
Las dos historias muestran la confusión de causa y efecto. Los piojos abandonan al enfermo porque tiene fiebre. Cuando la fiebre ha bajado, regresan. Y cuanto más grande y destructor es el incendio, más bomberos participan -no al revés.
Veamos este titular:
Una buena motivación de los empleados conduce a mayores beneficios empresariales
¿De verdad? ¿Quizá los empleados están más motivados porque le va bien a la empresa? Los autores de libros de economía y los asesores suelen funcionar con causalidades falsas, o no garantizadas.
En la década de 1990 no había nadie más sagrado que el entonces jefe de la Reserva Federal norteamericana, Alan Greenspan. Sus declaraciones concedían a la política monetaria la aureola de una ciencia oculta que mantenía al país en la senda segura de la prosperidad. Los políticos, los periodistas y los líderes económicos adoraban a Greenspan. Hoy sabemos que los comentaristas fueron víctimas de la falsa causalidad. La simbiosis de Estados Unidos con China desempeñó un papel mucho más importante. Cargando las tintas, Greenspan simplemente tuvo suerte de que la economía funcionara tan bien en su época.
Un ejemplo más. Los científicos han descubierto que los internamientos hospitalarios largos son perjudiciales para el pacientes. Una buena noticia para todas las aseguradoras, a las que interesa que las estancias de sus asegurados sean lo más breves posible. Pero naturalmente, los pacientes a quienes se da el alta enseguida están más sanos que aquellos que deben quedarse más tiempo. Y eso no se debe a que los ingresos largos sean menos saludables.
Otro titular:
Demostrado científicamente, las mujeres que usan el champú X a diario tienen un pelo más fuerte
La relación de causalidad puede corroborarse científicamente, pero no aclara nada, absolutamente nada sobre cómo el champú fortalece el pelo. Puede ser igualmente válido que las mujeres de pelo fuerte tiendan a usar el champú X (quizá porque en la etiqueta pone: «especial para cabello fuerte»)
Recientemente he leído que los escolares que proceden de hogares donde hay muchos libros obtienen mejores resultados académicos. Ese estudio llevó a que los padres corrieran a comprar libros. Un bonito ejemplo de falsa causalidad. Lo cierto es que para los padres con estudios la educación de sus hijos suele ser más importante que para los padres sin estudios. Y los padres con estudios suelen tener más libros que los sin estudios. Los libros no son lo decisivo, sino el nivel educativo de los padres… y de sus genes.
El mejor ejemplo de falsa causalidad es la relación entre la disminución de la natalidad y el retroceso en el número de parejas de cigüeñas en Alemania. Si se trazan ambas líneas de desarrollo entre 1965 y 1987, van casi perfectamente paralelas. ¿Significa eso que las cigüeñas traen a los niños? Claro que no, se trata de una correlación puramente casual y, con seguridad, no hay ninguna causalidad.
Conclusión: la relación no es causalidad. Observa bien. A veces, la flecha del efecto va justo en la dirección contraria. Y a veces ni siquiera hay flecha, como en el caso de las cigüeñas y los bebés.