Disfruta cada día como si fuera el último
Aparece este dicho al menos tres veces en cada revista de estilo de vida, pero seguirlo no le hace a uno más listo. Imagínate que desde hoy no te lavaras los dientes, ni el pelo, no limpiarás más tu casa, dejaras tu trabajo y no pagaras más facturas… En poco tiempo serías pobre, enfermo e incluso estarías en la cárcel. Y aún así la frase expresa una nostalgia profunda, la nostalgia de la inmediatez. De todas las máximas latinas que han sobrevivido hasta ahora, carpe diem es la preferida.
Disfruta el día a tope y no te preocupes del mañana
La inmediatez nos resulta muy valiosa. ¿Cuánto? Más de lo que se puede comprender racionalmente.
¿Qué prefieres?
Si piensas como la mayoría de la gente, te decidirás por los 1.100€ dentro de trece meses. Eso tiene sentido, pues un interés del 10% por ciento mensual (o 120% anual) no lo encontrarás en ningún sitio. Ese interés compensa con mucho los riesgos que corres por esperar un mes.
¿Qué prefieres?
Si piensas como la mayoría de la gente, te decidirás por los 1.000€ hoy. Una elección sorprendente. En ambos casos debes aguantar un mes para recibir 100€ más. En el primer caso te dices:
Si ya he esperado un año, puedo esperar un mes más.
En el segundo caso, no. Así pues, tomamos decisiones incoherentes en función del horizonte temporal. La ciencia denomina este fenómeno descuento hiperbólico. Esto quiere decir que nuestra «tasa de interés emocional» crece cuanto más cercana al presente está una decisión.
A los economistas les cuesta entender que contamos con tipos de interés diferentes subjetivamente. Sus modelos se basan en tipos de interés constantes y, por tanto, no sirven.
El que estemos hechizados por la inmediatez es un vestigio de nuestro pasado animal. Los animales no están preparados para prescindir hoy de una recompensa para tener una mayor en el futuro. Se puede entrenar a las ratas todo lo que se quiera que nunca renunciarán a un pedazo de queso a cambio de recibir mañana dos pedazos. (Las ardillas entierran las nueces por instinto, no tiene nada que ver el control de los impulsos)
¿Qué pasa con los niños? En 1960 se hizo una prueba con niños de cuatro años. Se les colocó delante una golosina y se les puso en la tesitura de elegir entre comérsela de inmediato o recibir otra si esperaban unos minutos sin comérsela. Asombroso: solo una minoría de niños pudo esperar. Y aún más asombroso: la capacidad de aplazar la gratificación era un indicador fiable de un futuro éxito profesional.
Cuanto más mayores somos más autocontrol disponemos, con más facilidad conseguiremos aplazar las gratificaciones. En vez de doce meses, preferimos esperar trece para cobrar 100€ más. Aunque si podemos obtener una gratificación hoy, el incentivo debe ser muy grande para que estemos dispuestos a aplazarlo. El mejor ejemplo de esto son los intereses de usura por las deudas de las tarjetas de crédito y otros créditos de consumo a corto plazo.
Conclusión: la gratificación inmediata es muy tentadora y, sin embargo, el descuento hiperbólico es un error de lógica. Cuanto más poder ganamos sobre nuestros impulsos, mejor conseguimos evitar este error. Cuanto menos poder tenemos sobre nuestro impulsos – por ejemplo, bajo la influencia del alcohol-, más dependemos de ese poder. Carpe diem es una buena idea… una vez a la semana. Por eso muchos se lo tatúan su carpe diem: se olvida fácilmente. Disfrutar cada día como si fuera el último es una estupidez.