Como cada año, al acercarse la Navidad, tiene lugar la popular compra de los décimos o participaciones para el famoso Sorteo Extraordinario de Navidad del 22 de diciembre. Loterías y Apuestas del Estado se encarga de publicitar dicho sorteo y de organizar un espectáculo mediático para celebrarlo, con la antigua liturgia de los bombos rodando, las bolas de números o premios cayendo y los niños y niñas de San Ildefonso cantando los premios con su tradicional entonación y aportando al sorteo una impecable apariencia de que manos inocentes extraen los resultados.
Durante los meses anteriores al sorteo se distribuyen y venden miles de billetes de 10 décimos, repetidos en decenas de series. Y ha calado en la sociedad la costumbre de participar masivamente en este sorteo, emitir participaciones, dividir apuestas, etc. Para atraer a más compradores se dan multitud de pequeños premios, terminaciones, grandes primeros premiso, etc.
La lotería real
Con el regreso de la lotería de Navidad también vuelven a aflorar cada año toda una serie de ideas falsas sobre los posibles resultados del sorteo. Comportamientos fuera de toda sensatez se instalan de nuevo en la sociedad, y aunque la progresiva educación obligatoria podría haber hecho intuir que estos irían a menos, nada parece haber alterado su vigencia.
Vamos a ver unas ideas que deberíamos tener en cuenta:
»El
No deberíamos confiar en los resultados de los juegos de azar que son negocio. Precisamente son un gran negocio gracias a la multitud de perdedores. Los ganadores son el cebo para que piquemos todos los demás. Y este sentido popular de que «como alguien gana… El ganador puedo ser yo» causa furor. El hecho de que el Estado se haya reservado dicho negocio (hay sorteos en España desde 1763 y extraordinarios de Navidad desde 1812) ya hace ver que como negocio es seguro y muy lucrativo.
Cabe notar que al ir aumentando la cantidad de números que se juegan, la probabilidad de ganar el Gordo ha ido disminuyendo.
»Los
Cualquier situación de azar es independiente de otra anterior, es decir, los resultados anteriores no influyen en los siguientes. El azar no tiene historia que pueda influir. Por este principio tan simple la historia de las terminaciones, las predicciones que se hacen a partir de los últimos años, etc. no sirven para nada. El número afortunado en 2011 puede serlo de nuevo este año, la misma terminación podría salir 10 años seguidos…
»Los
Esto es un preocupante fenómeno social. Multitud de personas realizan viajes, hacen horas de colas o pedidos a distancia bajo la creencia de que comprar un décimo en un determinado lugar puede influir favorablemente en los posibles premios a obtener. La Bruixa d’Or de Sort (Lleida) y Doña Manolita en Madrid son dos ejemplos paradigmáticos de esta situación. Y todo proviene de un error conceptual: cuando un lugar vende muchísimos décimos aumenta la probabilidad de dar el Gordo allí, pero ello no influye en cada uno de los compradores que han acudido a dicho establecimiento.
Un fenómeno aún más raro es la extraña asociación de la suerte con determinados fetiches (gatos negros, patas de conejo, número 13, herraduras…) y la creencia de que los lugares donde han sufrido desgracias (terremotos, inundaciones…) pueden dar más suerte que otros.
»El
A pesar del gran despliegue mediático para dar a conocer los ganadores del Gordo de Navidad, el máximo ganador es conocido desde siempre. Cada año es el mismo: el Ministerio de Economía y Hacienda, organizador de los sorteos a través de Loterías y Apuestas del Estado. De la misma manera que la banca de un casino tiene que asegurada la ganancia, el ministerio que monta el sorteo asume algunos gastos (incluyendo los premios a distribuir) pero ingresa todo el dinero de los millones de perdedores.
¿Y la probabilidad?
En Matemáticas, el nacimiento de la Teoría de la Probabilidad vino motivado precisamente por los problemas de apuestas en dados que propuso el Caballero de Meré y que animaron a los grandes matemáticos Blaise Pascal (1623-1662) y Pierre de Fermat (1601-1665) a hacer cálculos. El objetivo no era buscar estrategias para garantizar ganar dinero sino introducir número (probabilidades) que pudieran orientar sobre las posibilidades de distintas apuestas… O animar a no hacer apuestas. Hoy la teoría de la Probabilidad, estrechamente vinculada con la Estadística, tiene multitud de aplicaciones científicas y técnicas. Pero es una lástima que no haya influido en el desarrollo de la sensatez social frente al juego.
Ante el azar o la incertidumbre se impone la prudencia y la actitud crítica, pero en el caso del juego con dinero debería imperar un cierto grado de sensatez, no sobre las posibilidades ridículas de ganar sino sobre las consecuencias, altamente probables, de perder. Deberíamos cambiar lo del «ganador puedo ser yo» por lo más sensato: «el perdedor seré yo».
Al margen de toda cultura probabilística, el sentido común debería actuar apreciando los sucesos que son imposibles, los que son seguros, comparar sucesos que son más frecuentes que otros o los que son menos posibles. Esta previsión cualitativa debería actuar de guía para decidir casos en los que es mejor no confiar nada al azar.
Normalmente los colegas del trabajo preguntan si deseamos jugar juntos algún número del sorteo de Navidad. Se aporta el usual argumento «así si nos toca nos tocará a todos…». Normalmente, se suele acceder a la propuesto más por compromiso social o para compartir ambiente navideño que con el convencimiento de que pueda tocar ese número.