Los neandertales surgieron de los fríos de la última glaciación, escindiéndose hace unos 250.000 años de la rama Homo, a la que pertenece también nuestra especie. Durante miles de años medraron por la faz de la Tierra, extendiéndose por Europa, Oriente Medio y partes de Asia occidental, llegando incluso al sur de Siberia. Sin embargo, hace aproximadamente unos 30.000 años, algo pasó y los neandertales se extinguieron.
Se los conoce como Homo neanderthalensis o neandertales porque el primer fósil de importancia para definir su especie fue hallado en el valle de Neander, cerca de Dusseldorf, Alemania. Estos humanos no sapiens medían alrededor de 1,65 metros de altura, eran más bien rechonchos y si nos lo cruzáramos por la calle nos llamarían la atención su fortaleza física y rostro. Robustos, de antebrazos y piernas cortas pero musculosas, poseían cráneos alargados y amplios de hueso grueso, características típicas del clima frío al que estaban adaptados. Además, tenían grandes arcos supraciliares y unas prominentes aletas nasales que destacaban en su rostro de piel clara y pelo, algunas veces, pelirrojo.
Aguantaban mucho en caminatas de larga distancia, pero no eran buenos corredores por la densidad de sus huesos y porque su pelvis, en comparación con la humana, habría hecho difícil la absorción del golpe de cada pisada al correr y saltar. Se piensa que debieron poder articular sonidos pero de manera limitada, dada la posición de su laringe más alta que en el hombre moderno. Poseían un cerebro mayor que el nuestro, de unos 1.550 cm3, vivían en grupos organizados de unos 30 individuos, controlaban el fuego y se sabe que decoraban su cuerpo con ocre, fabricaban adornos con restos animales y tallaban piezas. Hasta hace unos años se creía que su capacidad de abstracción estaba igualmente restringida y, por tanto, eran incapaces de crear un arte figurativo como el que adorna las cuevas de Altamira. Recientemente todo esto puede haber cambiado, pues las monos que vemos pintadas en negativo sobre las paredes de la cueva de El Castillo en Cantabria podrían pertenecer, en realidad, a neandertales que habitaron la zona hace 40.800 años, según la nueva datación de estas pinturas.
En los últimos 5.000 años de vida, los neandertales compartieron nicho con el hombre moderno, que evolucionó en tierras africanas hace unos 100.000 y 60.000 años, desde donde se extendió por todo el planeta. ¿Qué pasó entre ambos? ¿por que se extinguieron los neandertales? Varias son las teorías que se manejan sobre la desaparición de los neandertales. Entre otras el cambio climático, la escasa diversidad genética que poseían, la dispersión en grupos demasiado pequeños y la competencia con el recién llegado a Europa, el Homo Sapiens.
Aunque adaptados al frío, el neandertal pasó los períodos glaciales en el sur de España, Italia y la península grecobalcánica, migrando hacia el norte de Europa solo cuando el calor ascendía. Los cambios climáticos acaecidos durante la última glaciación modificaron la vegetación y con ella la fauna. Las presas que solía cazar el neandertal -mamuts, bisontes, renos, etc.-, comenzaron a desaparecer, de modo que para alimentarse tendría que desplazarse más, con el consiguiente aumento de gasto energético que debería reponer, ya que por sus características óseas requería un 30% más que lo que necesita el hombre moderno para andar y correr, quedando en franca desigualdad frete a este.
¿Fue el cambio climático?
Neandertales y humanos ocuparon el mismo territorio y se enfrentaron a los mismos problemas, a los que tuvieron que dar respuesta conforme a la estrategia y capacidad de cada uno. A su favor, el Homo sapiens poseía una tecnología más en concordancia con las nuevas presas que el cambio climático hizo prosperar. Esto, junto al hecho de ser mejores corredores, los convirtió también en memores cazadores de animales más ligeros y veloces, y en fuertes competidores para los neandertales a los que terminaron por desbancar.
Los neandertales ¿se comieron entre sí…?
Otra teoría que en 2008 ganaba adeptos era que los neandertales se comieron entre sí, lo que podía haber provocado la extensión de alguna enfermedad similar a la de las vacas locas, habilitándoles, reduciendo su población y haciéndola más frágil a la competencia con el Homo sapiens.
Esta teoría se basa en el hallazgo de las primeras evidencias claras de canibalismo entre los neandertales en la cueva de Moula-Guercy, en Francia. Huesos y cráneos de, al menos, seis individuos de entre 100.000 y 120.000 años de antigüedad, yacían allí con huellas palpables de haber sido descarnados y quebrados con un hacha de piedra para retirar la médula ósea y extraer sus cerebros.
Hallazgos que hicieron volar la imaginación, pues aunque no existe constancia de que los neandertales sufrieran ninguna enfermedad similar al kuru -un tipo de encefalopatía espongiforme relacionada con la ingesta de cerebro humano, que en la década de 1960 se extendió entre la tribu caníbal Fore de Papúa Nueva Guinea matando a 1.100 personas-, este tipo de enfermedades pueden haber existido desde hace millones de años, según investigadores como Simon Underdown, del Departamento de Antropología de la Oxford Brookes University. Una enfermedad así se mantendría oculta durante años, extendiéndose por el cerebro al que agujerearía, produciendo con el tiempo una incapacidad mental severa, pérdida del habla y del movimiento. Si algo similar aconteciera en un población de unos 15.000 individuos, como pudo ser la de los neandertales, los hubiera reducido hasta un número inviable para su supervivencia en 250 años. La fuerte competencia con otras especies u otro evento climático los habría empujado hacia la extinción.
Sin embargo, la historia parece haber sido otra. Investigaciones posteriores confirmaron que el canibalismo practicado por los neandertales en estas cuevas no era alimentario, sino ritual. Tal vez fuera así en esta ocasión, pero en la cueva del Sidrón, en España, hay huellas claras de canibalismo alimentario, como consecuencia tal vez de hambrunas pasadas que han quedado plasmadas en la condición de los dientes de algunos fósiles allí encontrados.
¿… O nos lo comimos?
Si los neandertales no se comieron entre sí, puede que los humanos les diéramos caza al igual que hicimos con los mamuts. Esta es la hipótesis que el paleontólogo Bienvenido Martínez-Navarro y el biólogo Policarp Hortolá del Instituto de Paleoecología Humana y Evolución Social, publicaban el pasado junio en la revista Quaternary Internacional. Para estos investigadores no se trata de algo impensable, como lo demuestra que en la actualidad sigamos dando caza a chimpancés y gorilas, que son de nuestra misma familia taxonómica.
Y tampoco sería la primera vez que el humano fuera el responsable de la extinción de otras especies. Los mamuts se extinguieron por la presión cinegética de los humanos, así como el resto de la megafauna del Cuaternario, es decir, un total de 178 especies de mamíferos, a las que hay que añadir muchas otras especies a lo largo de la historia.
Los neandertales pudieron también desaparecer al darles caza, dada su baja tasa de reproducción y su gran dispersión en grupos de pequeño tamaño en comparación con los formados por los humanos.
Les convirtió en la especie de mayor capacidad destructiva de la Tierra
Inferiores en fuerza, el hombre moderno llegó de África portando una tecnología muy superior a la conocida hasta entonces que, como decía Martínez-Navarro al diario El Mundo, «les convirtió en la especie de mayor capacidad destructiva de la Tierra» -algo que seguimos conservando-, transformando en presa todo aquello que estuviera a su alcance.
Aunque queda mucho para demostrar esta teoría, en los huesos de los fósiles de Zafarraya, Málaga, hay marcas claras de que los neandertales fueron comidos. Nos guste o no, el canibalismo es una práctica que ha existido en nuestra especie desde tiempo inmemorial, como lo demuestran los mencionados yacimientos, los de Atapuerca o la existencia en el siglo pasado de tribus caníbales como la de los Fore. Según esto investigadores el fenómeno del cambio climático no habría sido suficiente para eliminar a los neandertales, pero la presión combinada de su cacería, podría haberlos hecho desaparecer.
Quizás decir que nos lo comimos a todos no sea lo más exacto, a otros parece que los seducimos, fusionando sus genes con los nuestros. Si, nos hibridamos con ellos. Demostrar esta idea ha llevado muchos años. Los científicos lo afirmaron primero, lo desmintieron luego y de nuevo lo afirman ahora con poderosas pruebas. ¿Tan difícil es admitir que nos acostamos con ellos? Sin duda este es el segundo tabú en la historia de la humanidad, después de aceptar nuestro pasado como bestias caníbales. La realidad es que, si no eres africano, podrías llevar en el ADN de tus cromosomas sexuales restos de genes neandertales.
El conturbenio con los antiguos habitantes de la vieja Europa comenzó poco después de que los humanos dejáramos África hace ente 50.000 y 80.000 años, en algún lugar de Oriente medio. Todos los humanos modernos procedemos de ese primer grupo que se cruzó con el neandertal, como apunta el que únicamente el 9% de la población humana que se extiende por Asia, Europa e, incluso, Australia lleve en su cromosoma X un pedacito de gen neandertal, mientras este no aparece entre los habitantes del África Subsahariana, afirma Damian Labuda de la Universidad de Montreal.
La identificación de este gen en concreto como perteneciente a los neandertales se produjo tras obtener el primer borrador del genoma neandertal en 2010, gracias a un grupo de investigadores dirigido por el biólogo Svante Pääbo del Instituto Max Planck en Leipzig, Alemania. El estudio comparado de los genomas de ambas especies reveló que entre el 1 y el 4% del ADN de algunos humanos procede de los neandertales.
Sabemos también que estos podían ser pelirrojos, tenían la piel clara, un grupo sanguíneo similar al ABO humano y los adultos podían sufrir problemas de intolerancia a la lactosa. No solo eso, también poseían la variante del gen del habla FOXP2, implicado en el lenguaje, lo que indica que debieron poseer facultades para hablar, aunque su capacidad de articulación fuera limitada. Las diferencias entre nuestra especie y los neandertales es mínima, posiblemente de no más de unos 100 o 200 genes una vez se complete el genoma neandertal, pero estos genes guardan la clave de nuestras diferencias en capacidad cognitiva, metabólica y fisiológica.
Los neandertales se extinguieron mientras nosotros permanecimos, extendiéndonos y conquistando el Planeta. Sin embargo, siempre los llevaremos dentro.