El que pierde en las primeras rondas de un juego tiende a retirarse. El que se forra tiende a seguir. Convencido de poseer habilidades superiores a la media, el suertudo eleva la apuesta… y después va de cabeza a la mala suerte, porque entonces es cuando las probabilidades se «normalizan».
La empresa A compra las empresas más pequeñas B, C y D. Las adquisiciones dan buenos resultados. Eso refuerza a sus directivos en la convicción de tener una mano excelente para la compra de empresas pequeñas. Alentada, la empresa A compra ahora la empresa E. La integración resulta un desastre. Con un enfoque realista se habría podido prever, pero se dejaron deslumbrar por la suerte del principiante.
Lo mismo sucede en la bolsa. Empujados por éxitos iniciales, a finales de los noventa muchos inversores pusieron todos sus ahorros en acciones de Internet. Algunos incluso pidieron créditos. Pasaron por alto un pequeño detalle: que sus ganancias, de momento sorprendentes, no tenían nada que ver con la habilidad para escoger acciones. Simplemente el mercado estaba al alza. Había que cometer estupideces gruesas para no ganar dinero en aquella época. Cuando las cotizaciones cayeron después, muchos se quedaron endeudados.
La misma dinámica se observó durante el boom inmobiliario norteamericano entre 2001 y 2007. Dentistas, abogados, profesores y taxistas dejaron sus trabajos para «flipar» con las casas: comprarlas y revenderlas a un precio mayor. Las primeras ganancias sustanciosas les dieron la razón, pero desde luego no guardaban relación con ninguna habilidad especial. La burbuja inmobiliaria llevó a cada torpe agente inmobiliario aficionado a alturas insospechadas. Muchos se endeudaron para «flipar» cada vez con más casas cada vez más grandes. Cuando el mercado finalmente se vino abajo, se quedaron sentados sobre las ruinas.
La suerte del principiante también se da en la historia universal. No creo que Napoleón o Hitler se hubieran atrevido a invadir Rusia sin las victorias previas.
¿Cuándo la suerte no es suerte sino talento?
No hay fronteras claras, pero sí dos buenos indicios.
En caso de establecerte como líder en un mercado con solo diez competidores, ese es un indicio seguro de talento. Menos orgulloso deberías estar de un éxito en un mercado con 10.000.000 de competidores. En ese caso, deduces que simplemente tuviste muchas suerte.
De uno u otro modo, mantén tu valoración a la espera
La suerte del principiante puede ser desastrosa. Para prevenir los autoengaños, procede como un científico: Pon a prueba tus suposiciones. Intenta refutarlas.